
Si bien la Revolución Industrial generó un cambio en la forma de producir y los mecanismos para maximizar la generación de productos, las extenuantes jornadas laborales y deplorables condiciones, especialemente en faenas como la minería, hicieron que la añoranza de contar con una regulación de ocho horas laborales fuera tomando fuerza.
El sector ferroviario en 1874 en Estados Unidos realizó una primera e inédita huelga que involucró a 17 estados, en un movimiento que sumó otros gremios hasta que se creó en 1881 la Federación Americana del Trabajo (American Federation Labor, AFL), heredera con mayor fuerza de la Federación de Gremios y Sindicatos.
Esta agrupación en 1884, acordó a largo plazo, realizar una huelga general el 1 de mayo de 1886, exigiendo una nueva jornada laboral la que contó con una amplia adhesión bajo el lema: "Ocho horas de trabajo, ocho de reposo y ocho para la recreación".
Sólo en Chicago, 80.000 trabajadores liderados por Albert Pearsons protestaron por la falta de acatamiento de la norma presidencial de Andrew Johnson, que promulgó la reglamentación de ocho horas de trabajo diario, lo que costó la vida de al menos 9 personas.
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